jueves, 15 de julio de 2010

Moving through Darkness

The Places We Go

Often it takes something major to wake us up, to shake us loose from our ego’s grip as it struggles to maintain an illusion of control.

In life, most of us want things to go to the places we have envisioned ourselves going. We have plans and visions, some of them divinely inspired, that we want to see through to completion. We want to be happy, successful, and healthy, all of which are perfectly natural and perfectly human. So when life takes us to places we didn’t consciously want to go, we often feel as if something has gone wrong, or we must have made a mistake somewhere along the line, or any number of other disheartening possibilities. This is just life’s way of taking us to a place we need to go for reasons that go deeper than our own ability to reason. These hard knocks and trials are designed to shed light on our unconscious workings and deepen our experience of reality.

Often it takes something major to wake us up, to shake us loose from our ego’s grip as it struggles to maintain an illusion of control. It is loss of control more than anything else that humbles us and enables us to see the big picture. It reminds us that the key to the universe lies in what we do not know, and what we do know is a small fraction of the great mystery in which we live. This awareness softens and lightens us, as we release our resistance to what is. Another gift gleaned from going to these seemingly undesirable places is that, in our response to difficulty, we can see all the patterns and unresolved emotional baggage that stand in the way of our unconditional joyfulness. Joy exists within us independently of whether things go our way or not. And when we don’t feel it, we can trust that we will find it if we are willing to surrender to the situation, moving through it as we move through our difficult feelings.

We can take our inspiration from any fairy tale that finds its central character lost in a dark wood, frightened and alone. We know that the journey through the wood provides its own kind of beauty and richness. On the other side, we will emerge transformed, lighter and brighter, braver and more confident for having moved through that darkness.
 
 
::: This text and concepts are not mine, they came to me from a dear friend in this time I am trying hard to release myself from darkness.
God Bless You All! ::::

ADOPTA NO COMPRES



Hay muchas razones por las que un perro que no es de "raza" es un mejor compañero de vida. Diversos estudios prueban que son más dóciles y mucho más protectores, su entrenamiento básico es casi siempre muy fácil (mi cachorra aún no cumple los cuatro meses y ya entiende órdenes simples como "siéntate", "busca un juguete", "no" y "quédate") y se enferman mucho menos.

Pero no siempre damos las razones para escoger un perro criollo, callejero,ó stray sobre uno de raza. Este video muestra algunas de las reprobables prácticas de los criadores. Como en cualquier otra industria, valores como la ética y el respeto por la vida son pasados por alto en aras del negocio.

¿Sabían que a los cachorros que vemos exhibidos en las tiendas de animales, en esas vitrinas tan pequeñitas, si pasan mas de tres meses en tienda, los regresan a los criaderos y ahí son sacrificados? Un cachorrito que nadie quiso es una MERMA, ya no se le puede vender al precio deseado y si el criador lo vende mas barato o lo regala entonces se correría la voz y todos esperaríamos a adoptar a un perro de raza de seis o siete meses y YA NO SERÍA NEGOCIO.

Con esto no quiero decir que todos los criadores hagan lo mismo, hay unos fantásticos, muy comprometidos y que realmente aman a los animales. Estos casi nunca venden sus cachorros en tiendas, los tienen en sus criaderos que son como fincas o ranchos donde los animalitos tienen mucho espacio, no son molestados ni manipulados genéticamente -se deja a la madre naturaleza hacer su trabajo- y esperan felices que se los lleven a una casa para ser aún mas felices de lo que son con sus criadores.

Los perritos que son criados asi son de verdad de raza pura e igual que los criollitos son menos problemáticos. Pero lo más importante es ser AMOS RESPONSABLES, decidir de dónde vamos a obtener nuestras mascotas con toda la información posible, muy conscientes de las consecuencias de esta decisión.

Por eso yo siempre digo: ADOPTA, NO COMPRES. Y si compras, infórmate bien y hazlo en un lugar donde si respeten a los animales.

miércoles, 7 de julio de 2010

MAÑANA DE LUNES

En la oficina, al lado de la máquina de café, algunos compañeros comentaban la crisis de uno de los directores y su posterior ingreso al siquiátrico. El reflejo de mi propia suerte aderezada con su morbo adornaba la imagen plagada de forcejeos, camisas de fuerza y paredes acolchonadas que describían las secretarias como quien grita un gol en el estadio.

Más que los hospitales me horrorizan los clichés. Para evitar el lugar común volví sobre mis pasos pisando mi propia sombra y ya en mi escritorio metí los dedos en el café hirviendo.

Ahora si, me puedo poner a trabajar.

jueves, 20 de mayo de 2010

Sobre Haroldo Conti, a 34 años.

"Yo soy escritor nada más que cuando escribo. El resto del tiempo me pierdo entre la gente. Pero el mundo está tan lleno de vida, de cosas y sucesos, que tarde o temprano vuelvo con un libro. Entre la literatura y la vida, elijo la vida. Con la vida rescato la literatura; pero aunque no fuera así, la elegiría de todas maneras."
                                                 - Haroldo Conti

Haroldo Conti (1925-1976), escritor argentino.  Fue secuestrado del 5 de mayo de 1976, tras el golpe militar en Argentina. Su nombre figura entre los desaparecidos durante la dictadura en ese país y por eso cada año se conmemora en esa fecha el Día del Escritor Bonaerense, en honor a su memoria.

Aquí rescato el testimonio de Marta Scavac, esposa de Haroldo Conti,  aparecido en la revista Crisis, Nº 41, abril de 1986, con el título "La noche del secuestro"

miércoles, 19 de mayo de 2010

22 de Mayo: Marcha por los derechos de los Animales


Mi Martina y los Elefantes  estarían muy felices de saber que finalmente en nuestro país se está haciendo algo por los animales que tanto amamos. Sin embargo, con un poco de tristeza nos damos cuenta que para las marchas de todo el país se pide APEGARSE AL TEMA DE LA MARCHA, sólo pedir leyes que protejan animales domésticos y silvestres... Creo que cualquier acción social que comienza discriminando ya lo hace con el pie izquierdo. Si bien se debe evitar que se pierda el foco sobre los mencionados animales -ya se sabe que los que estamos en contra de la tauromaquia y los animales en los circos somos bastante "intensos" en nuestras demostraciones - no se debe olvidar a aquellos que tampoco escogen donde los llevan a "trabajar": los de los circos, los que son maltratados por sus amos, los que solo sirven para entretener al público con sus últimos momentos de vida.


Me parece que no se puede amordazar a los que amamos a TODOS los animales y que creemos que la misma justicia que se merece Callejerito, se la merecen los gatos domésticos, los animales de granja, los ratones de campo, los toros de lidia y los elefantes del circo.

No se trata de escoger a un solo sector, SE TRATA DE PEDIR LEYES QUE PROTEJAN A TODOS LOS ANIMALES POR IGUAL SIN DISCRIMINAR. Así que creo que la petición no sería que nos "apeguemos" a tal o cual, si no que mantengamos claro el objetivo de la marcha, sin exaltar nuestras causas personales sobre las de los ANIMALES que son lo importante.

Si no nos dejan sacar nuestros carteles, ni compartir nuestro cuento,  no será eso motivo de batalla, igual apoyaremos la MARCHA POR LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES  este sábado 22 de mayo en el Distrito Federal, cantaremos las consignas y estaremos felices por lo que se pueda lograr en favor de cualquier animal, doméstico, silvestre, grande o pequeño. Nosotras - Martina y yo - predicamos con nuestro testimonio de vida. Paz para todos.

En este  enlace que tan amablemente publica el periódico El Universal de México, se pueden consultar los mapas de todas las marchas de éste fin de semana.

martes, 9 de marzo de 2010

Manifiesto (recordatorio personal)

Como no soy muy ducha en estos asuntos de compartir las entradas de blogs, me voy a permitir la libertad de copiar integramente lo que mi nueva y esperemos sempiterna amiga escribió ayer como

MANIFIESTO
Por Tania Campos Thomas on 9 de marzo de 2010 en 00:16

No soy feminista, SOY HUMANISTA.
No soy ambientalista ni protectora de animales, SOY BIOFÍLICA.
No soy altruísta, SOY SOLIDARIA.
No soy cursi, ASUMO MI SENSIBILIDAD.
No soy desconfiada, SOY CAUTELOSA.
No soy tolerante, SOY RESPETUOSA.
No soy egoísta, INTENTO SER JUSTA CONMIGO MISMA Y CON LOS QUE ME RODEAN.
No soy ególatra, TENGO AMOR PROPIO.
No soy ingenua, CONSERVO CAPACIDAD PARA SORPRENDERME.
No soy políticamente correcta, SOY EDUCADA.
No soy cordial, TENGO SENTIDO DE LOS DEMÁS.
No soy sociable, SOY AMISTOSA.
No soy desconsiderada, SOY HONESTA.
No soy generosa, SOY COMPASIVA.
No soy intelectual, EJERZO MI DERECHO A PENSAR.
No soy maestra, SOY INTERLOCUTORA.
No soy lesbiana, APRECIO A LAS MUJERES.
No soy hembrista, DEFIENDO LAS CAUSAS FEMENINAS.
No soy sumisa, ME RELACIONO EN EQUIDAD CON LOS HOMBRES.
No soy seductora, SOY AMOROSA.
No soy agresiva, SOY FIRME.
No expreso con violencia, EXPRESO CON CONVICCIÓN.
No soy "intensa", TENGO PASIÓN.
No vivo para crear, CREO PARA VIVIR.
No soy inflexible, PROCURO SER CONGRUENTE.
No soy objetiva, ASUMO MI CONDICIÓN DE SUJETO.
No soy posmoderna, DEJO LAS PUERTAS ABIERTAS A LA POSIBILIDAD.
No soy retrógrada, RESPETO A MIS MAESTROS Y ADMIRO LA EXPERIENCIA.
No soy alivianada, RESPETO A MIS ALUMNOS Y VALORO LAS NUEVAS IDEAS.
No soy voluntariosa, SOY INDEPENDIENTE.
No soy solitaria, ME GUSTA ESTAR CONMIGO.
No soy complicada, SOY COMPLEJA.
No soy pro-gays, ni pro-indígenas, AMO LA DIVERSIDAD.
No soy vanidosa, ME QUIERO.
No soy arrogante, ME VALORO.
No impongo, PROPONGO.
No discuto, DEBATO MIS IDEAS.
No grito, HABLO CON CONTUNDENCIA.
No ayudo, DOY.
No lucho por la igualdad, DEFIENDO EL DERECHO A SER DIFERENTES.
No soy liberal, BUSCO SER LIBRE.

Visiten su blog, donde pueden leer esta misma entrada y muchas otras que estoy seguro serán de su interés: http://demilagroandamos.blogspot.com/2010/03/manifiesto-recordatorio-personal.html

martes, 23 de febrero de 2010

jueves, 18 de febrero de 2010

My Body Is A Cage

Original de Arcade Fire, esta es la conmovedora versión de Peter Gabriel, incluída en su nuevo álbum "Scratch my Back", exclusivo para iTunes.



My body is a cage
That keeps me from dancing with the one I love
But my mind holds the key

I'm standing on the stage
Of fear and self-doubt it's a hollow place
But they'll clap anyways

My body is a cage
That keeps me from dancing with the one I love
But my mind holds the key

Standing next to me
My mind holds the key
I'm living in an age
That calls darkness light
Though my language is dead
Still the shapes fill my head

I'm living in a age
Who's name I don't know
Though the fear keeps me moving
Still my heart beats so slow

My body is a cage
We take what were given
Just because you've forgotten
Doesn't mean your forgiven

I'm living in an age
Screams winding at night
And when I get to the doorway there's no one inside

I'm living in an age
They laugh and I'm dancin
With the one I love
But my mind holds the key

Standing next to me
My mind holds the key

Set my spirit free
Set my spirit free
Set my body free
Set my body free

sábado, 13 de febrero de 2010

El paquidermo en el IX Festival de la Lectura Paseo de la Reforma (México D.F.)

Hoy sábado 13 de Febrero,  a las 5 p.m. tendré el honor de leer"Mi cuerpo en tus manos" por Rose Mary Espinosa junto con la autora y las escritoras Eve Gil y Mariana Hernández.

La ubicación exacta de la lectura es la acera principal, frente a la esquina de Reforma y Praga.

¡Asistan! Que no todos los días se anda por tan buenos senderos con tan fabulosas mujeres...

lunes, 8 de febrero de 2010

LA NUBE EN PANTALONES

Vladimir Maiakovski (Georgia, 1893 - Moscú, 1930)

Prólogo

Con mi corazón sangrante desgarrado en harapos
excitaré
vuestra mente
que sueña en cerebros reblandecidos
cual cebado lacayo en mugriento sofá;
hasta hartarme me burlaré, atrevido y mordaz.

Ni una sola cana mi alma tiene,
ni en mis años hay ternura senil.
La fuerza de mi voz atruena el mundo
y con veintidós años
camino enhiesto, hermoso.

¡Vosotros los delicados!
que sobre tiernos violines recostáis el amor
o, si rudos sois, sobre timbales.
Nunca podréis hacer como yo,
volverse del revés y ser todo labios.
Venid y aprended.

Damas pulidas envueltas en sedas y batistas
que humedeciendo los labios hojean los libros
como cocineras un libro culinario:
¡dejad esa decencia de ligas angelicales!
Si quieren
amaré la carne hasta la locura
y, tornasolado como el cielo,
si quieren
seré intachablemente delicado:
no seré un hombre,
sino una nube en pantalones.

En el mundo no existe una Niza florida.
Hoy glorifico de nuevo
a hombres cansados como un hospital,
y a mujeres sobadas como un refrán.

miércoles, 27 de enero de 2010

Martina y los Elefantes

Con casi once años cumplidos a Martina le queda mucho de niña y sabe como extender el juego que juegan casi todas las mañanas. Todo consiste en no abrir los ojos aunque ya esté despierta, incluso si entre tanto vaivén Anita la saca de la colchoneta que les sirve de cama. Así Martina puede ser una niña blanca con el pelo rubio, que despierta en una cama grandota, en un cuarto y una casa igual de grandotes. Anita es su “nana” y pregunta que quiere de desayunar mientras le prepara el baño.

Los días que amanece más cansada son los mejores; basta quedarse así, enroscada, quietecita… un apretón de párpados obtiene un trozo más de fantasía y en una de ésas hasta puede sentir las burbujas del yacusi en los pies. Esos días puede elegir entre muchas cosas suculentas: hokeis, llogur, sangüish, uafles. Hoy se le antojan los uafles con fresas. Su boca chimuela no ha probado nunca esas cosas. Si sabe de ellas, de los yacusis y de las casas grandotas con niñas rubias, es gracias a las tardes en que ayuda a Rosa, la de la panadería “El Elefante,” a barrer o a acomodar el pan, mientras miran una telenovela tras otra.

La voz de Anita la saca del ensueño finalmente ¡Con qué tenacidad insiste para que siga la broma y no la deje fuera! Su compañera de juegos es una criatura de seis años, con el armazón enclenque y diminuto pero con la determinación que sólo da el haber pasado la primera infancia mendigando en la calle. Se empecina como un perrito y no suelta hasta que Martina ordena algo del menú. Porque esto del desayuno es la parte más seria del juego y hay que terminarlo antes de que la mamá de a devis se aparezca pegando de gritos, lo cual invariablemente ocurre demasiado pronto en el juego de las niñas.

La mamá de a devis, la Mamá de Verdad, es una buena persona. Pega de gritos y de golpes a la menor provocación, pero no es por maldad; es simple costumbre. Su madre, la madre de su madre y la madre de todas estas madres le transmitieron que la brecha generacional se hace más delgada a punta de madrazos. Ella solamente aplica lo aprendido.

Lo único malo es que la Mamá de Verdad no era la mamá de Martina. Muchas transacciones fallidas ligaron sus destinos mucho antes de nacer los gemelos. A los cuatro años, Martinita garantizaba sacar buena lana. Como hija de chemos casi se había criado por sí sola, hablaba bien y limosneaba mejor. Era simpática e invocaba la ternura de los automovilistas. Bien valía los doscientos cincuenta pesos diarios que costaba rentarla como “hija” de las siete de la mañana a las nueve de la noche, con la única condición de no regresarla con hambre. Los chemos, si es que estaban para recibirla, nunca tenían nada para darle.

A Martina le caía bien la Mamá de Verdad. Era más buena onda que sus jefes, no la maltrataba mucho y casi siempre le daba de comer dos veces. No entendía de calendarios pero su estómago sabía si era martes ó jueves… Esos días chambeaban juntas.

Una noche de jueves les había ido mejor que nunca y ya estaban de vuelta en el cuartucho donde medio vivía. Tocaron en la puerta de lámina por mucho rato. Y tocaron al otro día. Y al otro. Y una semana, un mes después. Nunca les abrieron. Algunas decisiones son más fáciles que otras; quinientos y hasta seiscientos pesos diarios y libres que significaba Martinita, eran razón suficiente para quedarse la una con la otra. Ese acuerdo tácito les funcionó y les siguió funcionando, aún cuando la Mamá de Verdad encontró con quien arrejuntarse en las casitas de cartón. Casi de inmediato tuvo a los gemelos y se convirtieron en familia sin mayores trámites. Cuando se vive en y de la calle hay que arreglárselas con lo que a uno le toca y ya. Y lo que toca esta mañana es dejarse de tarugadas – al menos así se los recuerda a las niñas la Mamá de Verdad entre zapes y majaderías –. Hay que apurarse para ir al crucero, si quieren jugar, que lo hagan para ganarse la comida, vestidas de payasitas, con sus pompas gigantes.

Hoy Martina no siente tristeza por el final del juego, tiene mucho interés en llegar a su esquina en Aragón, hace dos meses que no trabajan ahí. Al otro lado de la calle, el incendio comenzó en una de las bodegas como a las siete de la mañana y para las cuatro de la tarde de tres fábricas sólo quedaban humeantes escombros y enormes charcos de agua. El recuento de los daños tendría que incluir a tres payasitas que no se movieron de su lugar aunque no había a quien sacarle una moneda. Ya casi se iban cuando los polis comenzaron a hacer muchas preguntas. Las hijas de la calle saben que el contacto con la autoridad implica los más variados riesgos y por eso se fueron con su cirquito a otra parte.

Lo malo era que los “cuidadores” de los buenos vecindarios –la versión pobre de la mafia–, cobraban mucho y todas sus esquinas chidas ya estaban ocupadas. Intentaron sin suerte en muchos lados, hasta que un día, la Mamá de Verdad se puso a espiar el viejo crucero y al no ver a nadie en él por una semana, buscó al cuidador para negociar cómo recuperarlo.

Martina quiere volver y esa emoción disimula el hambre. Y eso que aún no sabe que al llegar al crucero le aguardan dos sorpresas. La primera es que la Mamá de Verdad no va a trabajar con ellas. Al no tener dinero para recuperar su sitio, hizo otros arreglos con el cuidador y tiene que ir a pagar. Al verla irse, Martina se siente importante y madura, a cargo de conseguir dinero y de cuidar el crucero. La segunda sorpresa va a entorpecer ambos objetivos.

Mientras maquilla a su Patiño, se da cuenta que donde habían estado las fábricas ahora hay un lote baldío, un terreno de arenas marrón y amarillas que asemeja un pequeño desierto. Ni Martina ni Anita saben nada del desierto y mucho menos de los beduinos y sus tiendas, por eso cuando exploran ese nuevo territorio, no pueden nombrar lo que parece una sábana azul, con picos en varias puntas. Con el corazón latiéndole muy aprisa Martina jala a Anita, olvidando por completo el deber de conseguir el sustento y la madurez que sintió apenas un momento antes. Con lo que les queda de infancia, envueltas en una nube de tierra corren las dos pequeñas figuras hacía la sábana gigante ¿Qué aparición es esa que sale de la tierra? ¿Qué es aquello tan grande y hermoso, como la casa de sus fantasías?

¡Qué ironía que las pequeñas clowns habiendo comido de este arte toda su corta vida, jamás hubieran visto un circo! La polvareda las provee de camuflaje y nadie repara en ellas mientras exploran la pista, la red de seguridad, las gradas. Martina no se da cuenta cuando se separan. Busca en vano a Anita por todas partes. Atrás del último remolque hay otra casa de sábana, más pequeña que la otra. Ese es un lugar donde Anita se escondería, seguro. Cuando levanta la cortina que sirve de puerta, la niña ahoga un grito.

Uno, dos, tres… ¡son cinco! Negrísimos ojos la miran por entre los barrotes, la piel arrugada, la trompa larga. A esos si que los puede nombrar la niña: Son elefantes, como él de la panadería. Pero no se ven como el de la foto. Estos se ven tristes y apretados, la jaula les queda pequeña. Están más sucios que ella y sin saber porqué Martina siente algo en el pecho que le comienza a mojar los ojos. Se habría largado a llorar si no fuera porque el grito agudo de Anita detrás de ella asusta a los paquidermos, haciendo que barriten muy fuerte, alertando a los de afuera.

Se oyen voces que se acercan, Martina jala Anita para correr de nuevo entre la nube de tierra, de regreso al crucero. ¡Diosito que no nos agarren los que encerraron a los elefantes y que no haya vuelto mi mamá todavía! Diosito la habrá escuchado porque ninguna de las dos cosas sucede. Las niñas llegan al crucero, se limpian como pueden, se maquillan y trabajan sin ponerse de acuerdo. Para Anita los elefantes son monstruos. Martina no sabe que pensar. Queda sobreentendido no hablar con nadie de los paquidermos. Cuando llega la Mamá de Verdad no han sacado mucho, pero a ella no parece importarle. Tampoco a ellas.

Por la tarde, mientras barre la panadería, Martina mira la foto de “El Elefante” y no le interesan las telenovelas. Tiene que esperar a un comercial para preguntar a Rosa acerca de la sábana gigante. La encargada explica que eso es un circo y habla de los trapecistas, de los malabaristas, de los payasos, de la gente que paga para verlos. La niña apunta que los payasos son como ella. Rosa asiente pero aclara que ellos viven y viajan con el circo por todo el mundo. Martina se pregunta para sus adentros si los payasos también viajarán en jaulas.

Al otro día despierta sin la vocecita de Anita jugando a ser su nana. Su hermana amanece con mucha fiebre y como los demás tienen que salir a conseguir la papa, la dejan para atenderla. Martina ha soñado con elefantes y payasitas haciendo malabares en las esquinas. Por eso en cuanto Anita se queda dormida, la asalta un deseo incontrolable. Después de dejar un vaso con agua y un pan junto a la colchoneta, se convence a si misma que no va a tardarse y cuidando que no la vean los vecinos de las casas de cartón se escapa otra vez al circo. Tal como el día anterior, nadie advierte que Martina ha llegado a la tienda de los elefantes.

Diez pares de ojos se posan en ella en cuanto entra. Parecen reconocerla. Martina camina cautelosa sin acercarse demasiado a las jaulas ¡Qué poco sabe de los talentos de esos elefantes! Cuando pasa la tercera jaula se da cuenta que ésta es la más grande y al darle la espalda, una trompa sale y levanta a la niña del suelo. Otro grito ahogado, la niña no sabe gritar de otra manera. Suspendida en el aire se da cuenta que paquidermo la mete a la jaula, acercándola peligrosamente a su hocico. Martina aprieta mucho el estómago, las manos y los ojos. Vuelve a invocar a Dios y se prepara a ser devorada.

Pareciera que Dios sigue en sintonía porque no se la comen. El paquidermo la baja en el piso de la jaula, empujándola gentilmente contra su enorme pata. La niña trata de escapar. A punto de llegar a los barrotes la trompa la atrapa de nuevo y repite el ejercicio. Entonces lo entiende ¡Quiere que lo abrace! Aún con miedo hace lo que cree que el paquidermo le pide. La trompa acaricia su cabeza, mientras dos elefantes barritan casi imperceptiblemente en sus jaulas. Aferrada a la pata del elefante Martina rompe en un llanto tan ahogado como sus gritos.

De una jaula a otra pasa toda la mañana. Si estuviera aquí Anita dejaría de llamarlos monstruos les dice Martina a los elefantes y mientras vuela en otra trompa se preocupa; repara en que tal vez su hermana la necesita y ella jugando como si nada. Cual si le leyera la mente, el último elefante la deposita en el suelo fuera de la jaula. Martina no sabe como despedirse pero sonríe al partir.

Protegida por quién sabe qué fuerzas, nadie ha notado su presencia en el circo ni su ausencia en casa. Encuentra intactos a Anita, el agua y el pan. Martina la despierta y le cuenta emocionada lo que ha pasado, pero en su delirio, la otra niña no parece escucharla.

A la mañana siguiente se repite la situación de quedarse a cuidar a Anita y Martina no ve ningún obstáculo para repetir la aventura. ¡Pero vaya que los hay! Hoy es diferente, hay mucho movimiento, gente yendo y viniendo, entorpeciendo el acceso a la tienda de los elefantes. Tiene que esperar mucho rato por una oportunidad para escabullirse y cuando lo logra por fin, los paquidermos la saludan agitando sus trompas. Hay grandes botes de agua frente a las jaulas y los gigantes se divierten mojando a Martina, que ríe como nunca antes había reído. Tanto barullo llama la atención de los cirqueros. El elefante de la tercera jaula esconde a la niña detrás de sus patas justo antes de que la descubran.

En cuanto puede Martina se desliza por debajo de la tienda para escapar, pero se queda atrás de un remolque observando. Ve que entra más gente cargando cortinas, tapetes y hermosos plumajes. Rosa le había contado que en las funciones, los cirqueros se visten de manera especial; entonces deduce que los elefantes también tienen que hacerlo. Hoy es día de función. El mundo está lleno de cuidadores. Y una siempre tiene que dar algo a cambio de sus cuidados, piensa Martina, recordando a la Mamá de Verdad.

En cuanto se va la gente Martina se escabulle de nuevo a la tienda. De verdad que se ven muy bonitos, les dice acariciándolos uno por uno mientras les habla. Muy bonitos si, pero los siente diferentes, nerviosos. Algo no anda bien. Por eso vuelve corriendo a casa justo antes que la lleguen todos, para mentir diciendo que se va a la panadería y volver cuanto antes al circo.

Esta vez es todavía más difícil, hay mucha gente y frente a la tienda de los elefantes hay dos personas que no había visto antes. La carpa también está rodeada, no hay modo de entrar. Y entonces ve a sus colegas, los payasos, empujando un carro de colores. Detrás del éste se oculta y corre con ellos. Ya está dentro del circo. En otro momento el interior de la carpa la hubiera dejado absorta, pero sabe que no deben verla y se esconde bajo las gradas, desde donde mira todo lo que pasa. Así conoce a los malabaristas y trapecistas de los que le habló Rosa. Se da cuenta de que estos payasos hacen cosas que ella jamás podría hacer en el crucero y boquiabierta descubre otras maravillas como los tragafuegos y los magos.

Todo esto casi la hace olvidar porqué está ahí. La entrada de los elefantes, le recuerda que es a ellos a quien vino a ver. Montados en cada uno, hay cinco mujeres con trajes y plumas que hacen juego con lo que ellos usan. Un hombre al centro hace indicaciones con una vara negra y comienzan a danzar alrededor de la pista, deteniéndose y haciendo círculos sobre si mismos. Martina sonríe y aplaude junto a los otros niños del público. Le parece muy lindo que los elefantes, como los payasos, vivan de jugar aquí y no en la calle como ella.

Las mujeres desmontan y traen cinco enormes taburetes para que los elefantes se sienten sobre sus patas traseras, con las delanteras levantadas como saludo. El público aplaude jubiloso nuevamente pero Martina advierte que el más pequeño se niega a subir. El hombre al centro levanta la negra vara, que a un movimiento de su mano se transforma en una cosa horrible, parecida al cinturón que usa la Mamá de Verdad cuando los madrazos ya no le alcanzan. Martina mira con horror como el hombre golpea al elefantito una, dos, tres veces. El pequeño barrita con dolor pero continúa negándose. Más golpes. El elefante busca a la niña con la mirada, barrita una vez más y por fin sucumbe. Más aplausos. Martina no comprende ¿Qué sólo ella ve las lágrimas en los ojos de sus amigos?

¡Nos están engañando a todos, esto no es una danza ni ningún juego! Martina siente una rabia que a pesar de lo dura que ha sido su vida, jamás había experimentado. Ya era bastante con verlos en las jaulas, con saberlos encadenados, presos como ella, en una realidad que ninguno había escogido. Se queda ciega, una oscuridad la invade mientras por fin logra gritar tan fuerte que parece que se le rompiera la garganta. Y corre, corre muy rápido mientras grita, hasta llegar la pista. Los elefantes también gritan y corren con ella. Todos gritan y corren dentro del circo. El hombre del centro levanta su vara sólo para ser aplastado por el elefante de la tercera jaula. La trompa del más pequeño se aferra a Martina mientras corren sobre el desierto de arenas marrón y amarrillas, levantando una polvareda que no permite ver nada. Se escuchan sirenas y tiros. Después sólo silencio.

Los de la ciudad de cartón buscan a Martina antes de que llegue la policía. Con sus propias manos escarban el terreno, hurgan en las dunas del improvisado desierto, levantan los escombros buscando el cadáver de la niña. Todos menos Anita que en sueños febriles ha escuchado que los elefantes no son monstruos y juegan con las niñas. Ella sabe que Martina está a salvo.

De los cinco elefantes sólo recapturaron a dos. Los otros tres nunca aparecieron. Durante muchos días los noticieros le dan cobertura al “Milagro de los Elefantes” ¿Cómo podían haber desaparecido tres animales tan grandes sin dejar huella? Nadie podría haberlos escondido. La presión mediática iniciada en las redes sociales induce un edicto presidencial en el cual se prohíbe a los circos del país tener elefantes entre sus atracciones. En la Internet comienzan a aparecer las más diversas leyendas, pero ninguna menciona a una niña morena y flacucha en la trompa de un elefante.

A Anita le gusta subirse en su mamá porque desde ahí alcanza a ver el terreno por sobre la barda que construyeron después de la estampida. Ahora ya no hay circo ni desierto, están construyendo unos multifamiliares. Mientras balancea su cuerpo sobre los hombros de su madre y las tres pelotas en el aire, se pregunta si ya se habrá levantado la nana que se ocupa de despertar a una Martina blanca y rubia con un desayuno de verdad, en una cama grandota, en una casa gigante a dónde seguro se la han llevado los elefantes.


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